Javier Zambudio( Cabezo de Torres, Murcia, 1993) es rockero de corazón al frente del grupo Malaspina. Pedanía perteneciente el municipio de Murcia, a escasos 6 kilómetros del centro de la ciudad.

Javier se crió en un entorno familiar muy musical: “A mi hermano mayor, también músico (no autor), ya le recuerdo cursando los estudios profesionales de percusión en el Conservatorio de Música de Murcia. Por otro lado, mi padre, que era empresario, formaba parte de la junta directiva de la escuela de música y auditorio municipal de Cabezo de Torres. Toda mi familia paterna hablaba siempre de una señora de las primeras mujeres concertistas de piano en no sé qué década del 1800, llamada Petronila. Tengo dos tías clarinetistas, una de ellas actual directora del Orfeón Fernández Caballero. El contable de una de las empresas de mi padre trompetista. El hijo de mi padrino trombonista. Mi hermano ya mantenía una relación con su actual esposa, la cual también tocaba el clarinete. Toda la familia de ella formaba parte de la Agrupación Musical Juvenil de Cabezo de Torres. Así que se podría decir que mi ambiente no podía ser más musical.”

A la edad de 5 años su padrino le regala “un teclado de juguete, el cual todavía conservo. A los pocos días y sin haber tenido ninguna formación previa, cuentan mis padres que ya estaba tocando las melodías de los movimientos principales de la banda de Cabezo, la cual escuchaba habitualmente cada pocas semanas y también en los ensayos. Mis padres me preguntaron si quería estudiar música en la escuela de Cabezo de Torres, a lo que alegremente contesté que sí.”

Estudiando cinco años de solfeo y tres de trombón de varas en la escuela de música de Cabezo, Javier se manifestaba con una fuerte vena autodidacta: “Pasaba olímpicamente de las lecciones. Tocaba las canciones a la primera y le decía a mi profesor: “Mira, la música de no sé qué anuncio” y él se llevaba las manos a la cabeza. Me decía: “¿Y las lecciones?”Esto me llevó a una gran falta de técnica. No fui nada inteligente y creía que iba sobrado. Lo empecé a notar cuando veía los progresos de los demás. Ojalá lo hubiera visto antes.”

Con 9 años, para su comunión le regalaron una guitarra española, “así que empecé a chapurrear acordes de vez en cuando. Mi hermano me enseñó a tocar la batería.” Años después y tras un enamoramiento obsesivo con las guitarras eléctricas Fender, sus padres le compran una Squire by Fender Strat y un amplificador Hi Watt. Coincidiendo con esto, Javier traba contacto con otros compañeros con las mismas inquietudes y comienzan los ensayos de los fines de semana, las prácticas en casa algún conciertillo amateur para los amigos. Al mismo tiempo, Javier se interesa “por la grabación y empecé a puentear una pedalera digital con la tarjeta de sonido PCI de un PC que había en casa. Luego conseguí una mesa de mezclas pequeña, una interface, algunos micros. A la edad de 14 años ya había compuesto más de 15 canciones y las había grabado yo mismo en casa, además de grabar a músicos locales de pueblos vecinos de forma amateur.”

Pero la vida parecía llevar a Javier a marchitarse como compositor, mientras se dedicaba exclusivamente a las grabaciones de otros: “Un día algo dentro de mí despertó y me ilusioné con la idea de tener un estudio de grabación a nivel profesional y trabajé mucho para ello. Lo conseguí. Tras 8 años dedicándome a grabar músicos de todo tipo, el estudio me llevó a conocer a muchas personas. Con una de ellas creé un vínculo de amistad y un día tomando una cerveza hablamos de nuestras “composiciones”. Le enseñé las canciones que llevaba componiendo años y se quedó boquiabierto. Literalmente me dijo: “¿pero qué haces aquí grabando gente? Si lo que tendrías que hacer es estar tú en los escenarios”. La verdad es que mi gente cercana siempre ha tenido mucha fe en mí y yo supongo que nunca me lo creí lo suficiente. Pero esta vez con este cliente/amigo nos lo tomamos en serio. Me convenció para sacar mis canciones. Para hacer mi proyecto musical y se comprometió a tocar en él. Quedamos en que yo escribía y producía y él se encargaría de buscar promoción y conciertos. Y así fue. Se cumplen 6 años de la creación de Malaspina.”

Las influencias musicales de Javier son de lo más ecléctico: “Desde pequeño escuché mucha música clásica. Me gusta especialmente Las Cuatro estaciones de Vivaldi, Second Waltz de Dmitri Shostakóvich, Pomp and Circumstance de Edward Elgar y me emociono mucho con Chopin. Luego en tema ópera, ¿a quién no le vuela la cabeza con La Flauta Mágica?. De pequeño, ya me interesaban las armonías y me volvía loco musicalmentecon Abba, The Beatles, Queen, Sinatra, el rollo BigBand de Luis Miguel... En mi casa se escuchaba un poco de todo, lo mismo Cher, que Nino Bravo, que Camilo Sesto… Aunque no pasé por alto el rap español e hispanohablante de Kase-O, Nach, SFDK… Me encanta la música guitarrística, John Mayer, el blues, la época indie británica y en parte española. Me encantaba escuchar Estopa, que parecía como si fueran mis vecinos y me dan muy buen rollo. Me gustaba mucho el rock español desde Barón Rojo a Platero y Tú. Pasé por el Pop de Amaral, Pereza, El Canto del Loco. Mi prima me inculcó Dover en su época buena. No soy fanático de nada, no sé si es un defecto o una virtud, pero no me quedo con discografías, sino con canciones. Lo que más me ha llenado siempre ha sido escuchar a Leiva con o sin Pereza, a Iván Ferreiro, Sidecars, Adolfo Cabrales allá donde vaya, pero sin duda alguna y por encima de todo el puto Robe Iniesta. Aún recuerdo cuando escuché por primera vez el disco de La Ley Innata de Extremoduro, el cuál podría seguir diciendo con la boca grande que es el álbum de la historia de mi vida.”

En estos momentos Malaspina se encuentra en una etapa de barbecho, tras darse de morros con la cruda realidad “Tuvimos una serie de experiencias con un patrón repetitivo: Primero alguien venía y prometía algo increíble. Nosotros no los lo creíamos del todo, pero íbamos diciendo “bueno, ¿Y qué perdemos?”. Luego en el último momento todo se desvanecía con excusas que nunca cuadraban. La verdad es que cuesta mantenerse y llevar 5 chicos hacia delante con situaciones así. Otra razón que coincidió en el tiempo fue la paternidad del bajista. La falta de tiempo y la desmotivación generalizada en el ambiente nos hizo estar en barbecho hasta que nos separemos definitivamente o nos juntemos y saquemos algo. Yo material tengo para desarrollar”.

Y, en esas, Javier conoció a SEDA: “Fue por un antiguo agente de management con el que una tarde, hablando, le dije que tenía que registrar el álbum de Malaspina y me dijo: “Vete con quien tú quieras pero yo te recomiendo SEDA, échale un vistazo al menos.” Al poco tiempo me registré y registré mi obra aquí. A día de hoy muy contento, son muy atentos y me están aportando en primer lugar una remuneración justa por mi obra,que es lo más importante para un autor. Pero aparte de esto es una sociedad que se muestra cercana, que está pendiente, me envía información y me hace aprender.”

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