Alejandro Belmonte
La música siempre estuvo presente en su casa: “con discos de Krahe, Sabina, Rosa León, Serrat, Quilapayún, el Nuevo Mester de Juglaría…”, si bien de adolescente Alejandro descubre el rock y todo se le da la vuelta: “Yo solo era un aficionado a escuchar, pero un día mi tío Antonio me colgó una guitarra a traición en 2006 y, aunque al principio no conseguí gran cosa, me sentí tan bien que decidí que eso era lo que quería hacer en la vida.”
Yo solo era un aficionado a escuchar, pero un día mi tío Antonio me colgó una guitarra a traición en 2006 y, aunque al principio no conseguí gran cosa, me sentí tan bien que decidí que eso era lo que quería hacer en la vida.
Tres años después Alejandro se lanza a su primer grupo: “Se llamaba La Mano Tonta de Cervantes. Lo hice con mi hermano Diego a la batería, que ha seguido acompañándome siempre, y mi amigo Dani al bajo. A pesar de los obstáculos, conseguimos bastantes logros en los 5 años que estuvimos juntos: publicamos nuestro primer disco, un villancico, dimos bastantes conciertos dentro y fuera de Madrid, compartimos escenario con gente a la que admirábamos… Fue toda una escuela y una época que recuerdo con mucho cariño.”
Tras la disolución del grupo, Alejandro volvió a sus orígenes “y empecé a componer solo con la guitarra sin tener muy claro qué iba a hacer con esas canciones. Al final, un amigo me empujó a participar en un concierto en ese formato y, superado el vértigo inicial, me di cuenta de que eso era lo que quería. Era un formato minimalista, logísticamente viable, no tendría que depender de montar una banda con nadie más, las canciones podrían tomar la dirección que quisiera… y me lancé.”
Alejandro tiene la particularidad de que “me gusta mucho experimentar y, como además de la guitarra toco el bajo, la armónica, el teclado y el kazoo, me puedo dar el lujo de experimentar y grabar todos los instrumentos, adornando las canciones como quiero. Esa libertad no tiene precio.”
Desde 2018, Alejandro ha publicado un EP, tres singles y un álbum, Vida , este mismo año. Citar sus influencias es francamente complicado: “Soy muy aficionado a escuchar todo tipo de música y mi lista de reproducción es una locura que puede saltar de la canción más bestia de metal a la balada más moñas. Me gusta el rock, que es por lo que empecé. Pero también me encanta la canción de autor por lo que me transmite. La música electrónica me flipa y pone las pilas, el pop me saca una sonrisa, me asombra el flamenco… Hay un momento para cada cosa. Así que tan pronto me vas a ver en un concierto pequeño de cantautor como en un festival de electrónica o en un concierto de rock.”
Pese a tamaño eclecticismo, Alejandro tiene una serie de nombres bien claros: “El gran referente para mí, tanto a la hora de escribir como a nivel de filosofía a la hora de organizarme musicalmente, es Javier Krahe. Me parece el mejor letrista y narrador que hemos tenido, y siempre he dicho que de mayor quería ser él (o como él, venga, me conformo)”.
En cuanto a métodos secretos a la hora de escribir canciones, Alejandro confiesa: “Si lo tuviera, no lo revelaría. O al menos lo vendería y le sacaría provecho jajajaja. Ojalá escribir canciones fuera tan fácil como ir a un árbol y cogerlas…Pero no. De ahí la importancia y la artesanía de este oficio. Respecto a las letras, tengo una libreta y una nota en el móvil en la que apunto frases y títulos que se me van ocurriendo y, tirando de ahí, suelo desarrollar ideas que acaban convirtiéndose en canciones. Pero esto no es matemático: a veces salen en un día, y otras veces se pasan años apuntadas, esperando su momento. También suelo inspirarme en situaciones que me pasan o que observo y me parecen lo suficientemente interesantes como para escribir sobre ellas.”
Referente a la música, “suelo improvisar con la guitarra e ir encajando. Normalmente tengo letra antes que música, así que toca hacerlo así. Cuando estoy atascado, preparo versiones de canciones que me gustan, porque considero que siempre se aprende algo (acordes, ritmos…) y eso me anima a investigar y experimentar. Además, me gusta compartirlas en mis conciertos con la gente que viene a verme, para que me conozcan más, y si de paso les descubro algo nuevo, mejor. Y si me siento muy estancado con un instrumento, lo dejo una temporada y me pongo a componer con otro (el bajo, el teclado…) ¡No me da tiempo a aburrirme!”.
Alejandro anda ahora enfrascado en defender su nuevo disco: “En febrero conseguí completar con éxito el crowdfunding para publicar Vida, así que ahora estoy metido en su gira de presentación. Ya estuve en Madrid en marzo y ahora toca llevarlo a todos los sitios posibles. En estos momentos estoy cerrando conciertos e intentando hacer todo el ruido que pueda para que el mundo se entere de que ha salido. Ha sido un parto difícil, me ha costado cinco años poder terminarlo, así que creo que se merece el esfuerzo”.
Alejandro conoció a SEDA “a través de las redes sociales. En 2020 me encontraba muy descontento con la sociedad de gestión en la que estaba y cuando vi que por fin había un grupo de artistas que había decidido hacer algo más que hablar y se arriesgaba a hacer algo, no dudé en unirme.” Para Alejandro fue “un cambio radical. Desde que estoy en SEDA he cobrado derechos que no había cobrado hasta ahora… y que sé que se generaban, pero a saber adónde o a quién iban a parar. SEDA siempre ha sido muy transparente con todo esto. Me han facilitado todas las cosas que he ido necesitando, hacen sus talleres / charlas explicándonos un montón de cosas que deberíamos aprender y arrojando luz sobre un montón de temas sobre los que normalmente no hablamos… Hacen una gran labor que estoy seguro que irá creciendo.”
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